Hace un año, los comandos de Hamás llevaron a cabo un ataque terrorista en territorio israelí, resultando en la muerte de 1,200 personas, principalmente civiles, y el secuestro de más de 200. Este ataque tenía el objetivo político de revertir la dinámica internacional que estaba marginando y olvidando la cuestión palestina. Sin embargo, un año después, el conflicto ha evolucionado significativamente, convirtiéndose en una contienda plenamente regionalizada con inmensas consecuencias humanas y reverberaciones a escala global.
La violencia se ha extendido más allá de Israel y la Franja de Gaza, afectando también a Cisjordania, Líbano, Siria, Irak, Yemen e Irán. Los enfrentamientos directos entre Israel e Irán han cristalizado una dimensión bélica regional sin precedentes. En las últimas semanas, los enfrentamientos entre el ejército israelí y la milicia chií Hezbolá en Líbano han cobrado la vida de más de 1,000 personas, mientras que Israel ha bombardeado Beirut y Hezbolá ha lanzado ataques con drones contra Haifa.
La guerra ha causado un sufrimiento humano indescriptible, con más de 41,000 muertos en Gaza solo en el último año. La situación en Gaza remains crítica, con el enclave sellado al mundo y solo los periodistas palestinos pudiendo informar sobre la destrucción y el sufrimiento dentro de la región.
Las consecuencias de este conflicto trascienden la región. La escalada bélica entre Israel e Irán ha impactado el mercado del petróleo, causando un aumento del 8% en el precio del petróleo, el mayor incremento semanal en casi dos años. Además, el conflicto ha distraído fuerzas y atención diplomática y mediática de la guerra en Ucrania, afectando la dinámica global de poder y las relaciones geopolíticas.
La implicación militar directa de Estados Unidos, que apoya tanto a Israel como a Ucrania, y el apoyo de Irán a Rusia, han complicado aún más el escenario. La creciente involucración de Irán está poniendo a prueba la cooperación entre regímenes autoritarios como Rusia, China y Corea del Norte, y expone los límites de estas alianzas.
En este contexto, la diplomacia enfrenta grandes desafíos. La ineficacia de los marcos multilaterales y la diplomacia *ad hoc* han dejado que los cálculos coyunturales de las partes en conflicto dominen el escenario, lo que tiene implicaciones globales y puede llevar a una mayor inestabilidad y conflictos continuos.
El secretario general de la ONU, António Guterres, ha conmemorado el aniversario del ataque de Hamás llamando a honrar la memoria de las víctimas y a poner fin a la violencia en todo Oriente Próximo. Mientras tanto, líderes como el primer ministro iraquí han pedido detener el suministro de armas a Israel y trabajar para poner fin a la guerra, subrayando la necesidad de proteger a los civiles y salvar a la región de los males de una guerra que no dejará nada a salvo.
En resumen, el conflicto en Oriente Próximo ha evolucionado de un conflicto local a una contienda regional con profundas consecuencias globales, económicas, políticas y geopolíticas. La urgencia de encontrar una solución pacífica y detener la violencia es cada vez más crítica para prevenir una catástrofe mayor y restaurar la estabilidad en la región.